domingo, 30 de junio de 2013

Tronada de la Presa “El Batán”, Qro.

Primera parte: ¡Ya tronaron!
En ese tiempo laboraba yo, como lo he comentado en otras ocasiones en la Oficina Regional de Querétaro (le llamo así porque en 6 años tuvo muy diversas denominaciones, desde Subdirección Regional, hasta Coordinación Regional con rango de Dirección Regional) En ese tiempo mi trabajo consistía en elaborar toda clase de estudios para la construcción de obras hidráulicas, principalmente presas.
La Oficina Regional de la entonces Subsecretaría de Infraestructura Hidráulica (a la postre Comisión Nacional del Agua) tenía un área que se encargaba de llevar a cabo los proyectos de las presas que nosotros habíamos estudiado.
Uno de esos proyectos fue la presa llamada “El Batán”, llamada así porque su cortina se encontraba situada muy cerca de lo que otrora fuera la Hacienda de “El Batán”, en el municipio de “El Marqués”, del Estado de Querétaro.
La mencionada obra se conformaba por una cortina de materiales graduados de unos 50 m de altura, unos 300 m de longitud y un vertedor de canal lateral, muy utilizado en esos tiempos. La obra de toma, es decir, la tubería por donde salía el agua para el riego, atravesaba la cortina cerca del nivel de desplante. O sea que esta presa, era “una más”, es decir, no era una cosa extraordinaria, sino más bien caía en ser “una presa común”
La construcción de esa presa la realizó una compañía del estado de Jalisco muy buena, por cierto, que no tuvo mayor problema para construir esta “presita” como cariñosa o despectivamente le llamaban.
Durante los estudios, se había detectado que en lo que sería el vaso existía un manantial que alimentaba las escasas tierras de cultivo en la zona, por lo que los geólogos recomendaron que no se construyera la presa, ya que el comportamiento del manantial era incierto y según ellos podía poner en peligro a la estructura. Afortunadamente las personas que debían tomar la decisión, llegaron a la conclusión que no existían inconvenientes para la construcción de la presa, así que la presa se construyó y en cosa de un año y medio, tal vez dos, la presa estuvo concluida.
En este tipo de obras, era costumbre colocar una persona que estuviera siempre atenta para que hiciera las lecturas de instrumentos de meteorología, vigilara si había encharcamientos que denotaran la presencia de fugas a través de la cortina, en fin, que la presa se comportara de manera adecuada, sobre todo en la etapa de funcionamiento inicial, cuando se presenta lo que se llama “el primer llenado”, es decir la etapa durante la cual la presa va teniendo agua y la cortina experimenta “acomodos” debido a la presencia del agua.
Las lluvias se presentaron de buena forma en esa temporada de lluvias, por lo que la presa rápidamente alcanzó un nivel de almacenamiento muy bueno, cerca ya del Nivel de Aguas Máximo Ordinario (NAMO), que representa el volumen óptimo para el aprovechamiento.
Una noche, mientras estábamos en la oficina, como de costumbre, me encontré con la noticia de que el guardia de la presa había reportado que se había oído un “estruendo” impresionante. El personal del área de construcción y el de Seguridad Hidráulica fueron a revisar la presa, pues ésta se encontraba a escasos 30 ó 40 minutos de la oficina. Después de hacer un recorrido por la cortina con lámparas de mano, encontraron que la presa había sufrido un asentamiento en la corona, sobre el paramento aguas abajo.
De inmediato nuestro jefe dio la señal de alerta al Subsecretario y el personal de Oficinas Centrales, así como de la compañía constructora, los cuales al día siguiente muy temprano se presentaron en la obra.
Se realizó una cuidadosa revisión de la obra, con dos propósitos principales: Descubrir si se había presentado algún problema adicional en otro lugar de la presa y segundo, tratar de establecer una hipótesis de las causas que originaron la “falla”.
De manera preliminar se estableció la hipótesis que el material que quedó entre la tubería de la obra de toma y la pared de la boquilla, cerca de la cimentación, por lo difícil del espacio, no había sido compactada como se especificaba en las normas, lo que motivó que hubiera un flujo de agua que arrastró el material fuera del cuerpo de la cortina y que eso provocó que quedara un “hueco” dentro de la cortina, que provocó que el material de la corona se “acomodara” y se presentara el asentamiento, Hipótesis que nunca se probó.
Sin embargo, las autoridades de la Subsecretaría, temerosos que la presa siguiera presentando asentamientos no deseados por la presencia del agua, dieron la instrucción de disminuir el nivel del agua en la presa lo más rápido posible. Rápidamente, aprovechando las bombas que teníamos disponibles en todos los departamentos de la regional, extrajimos el agua de la presa al mayor ritmo posible, sin embargo éste no era el deseado, pues se avanzaba muy despacio, de manera que la presa se vaciaría en más de un mes, de seguir las cosas igual.
Por esta razón se dio la orden de colocar dinamita en la cresta del vertedor, para que por la escotadura que se generara, pudiera el agua salir a una velocidad mayor y la presa se “vaciara” lo más rápidamente posible.
De inmediato la compañía constructora, muy a su pesar, trasladó al sitio de la obra a su experto en voladuras, quien rápidamente diseñó el método y el número de barrenos que había que colocar para alcanzar el objetivo.
La perforación de los barrenos para colocar las cargas de explosivos, tardaron casi una semana en realizarse, de manera que el fin de semana siguiente, se inició la carga de los barrenos para efectuar la voladura al día siguiente.
Al otro día por la mañana, se concluyó con la carga de barrenos y empezaron a armar las líneas y colocar los retardadores, estopines y todos esos artilugios que suelen usar los expertos en explosiones.
El subsecretario avisó que llegaría en helicóptero para estar presente durante la voladura, de manera que efectivamente a media mañana se oyó el helicóptero que se acercaba. Llegó al sitio de la presa, hicieron un pequeño círculo y se alejaron, al notar que aún no se efectuaba la “voladura”.
Cuenta la gente que durante el sobrevuelo que realizó el subsecretario a bordo del helicóptero, sacó la cabeza y a grito abierto para que su voz se oyera por sobre el ruido del motor, se oyera: ¡Ya tronaron! En respuesta a lo cual, mi jefe que rápidamente le gustaba salir al paso de cualquier comentario, para quedar bien, contestó en un grito aún más fuerte que el anterior: ¡Aún no, Fernando!, a lo que a su vez, el subsecretario agregó: ¡No, no es pregunta, es afirmación!, dirigiéndose a mi jefe y al resto de ingenieros encargados de la obra.
Segunda parte: Público Selecto
Los trabajos de “poblado” (así denominan los conocedores a la acción de colocar los explosivos en los barrenos previamente perforados) continuaron durante el día, de manera que por la tarde se colocaron los “estopines” y los retardadores, pues el experto en detonaciones explicó que iba a utilizar una explosión “progresiva”, es decir, en varias etapas entre las cuales había un tiempo de retraso de varios “milisegundos”, para que el material de una línea de explosivos no interfiriera con la siguiente, etc.
Sin embargo, al llegar a la conclusión del armado de todo el sistema de explosivos, ya era muy tarde y prácticamente ya no había luz, por lo que se decidió entre los “big shots” que la voladura se realizara hasta el día siguiente por la mañana.
No nos habíamos percatado de un detalle muy poco usual: las dos laderas de los cerros que quedan a a los lados de la cortina, estaba llena de personas de las localidades vecinas, que se acomodaron en un muy buen lugar, visualmente hablando, para ser testigos de “primera fila” en la voladura de la presa. Al enterarse de que no se iba a llevar a cabo la voladura, lanzaron una rechifla, que pudiera ser la envidia del peor artista de carpa o burlesque cuya actuación no fuera del agrado del público.
Al día siguiente por la mañana, muy temprano, el experto en explosivos llegó a revisar el trabajo del día anterior y a hacer algunos ajustes de última hora para que a las 10 de la mañana, como se había comprometido, se hiciera la voladura.
Fue precisamente alrededor de las 7 de la mañana, que empezaron a llegar los primeros espectadores, sobre las laderas, para no perderse el espectáculo de la “voladura”.
A las nueve de la mañana, ya estaban en el sitio todos los jefes y los demás curiosos que nos “colamos” para presenciar el acontecimiento. El experto en explosivos dio el aviso de que a las 10 en punto se haría la voladura. Para esta hora, nuestros espectadores ya habían preparado fogatas para tomar el desayuno en espera del “gran acontecimiento”
Unos minutos antes de las 10, el experto en explosivos giró instrucciones de seguridad a todos los que nos encontrábamos dentro del “perímetro de influencia” de la futura explosión. Se nos instruyó brevemente acerca de la distancia hasta donde podían volar piezas del material de la presa, los lugares seguros para resguardarse y qué hacer después de la explosión. Cinco minutos antes se nos giraron instrucciones de retirarnos hacia los lugares de resguardo.
Un minuto antes de las diez de la mañana, hora de la voladura, todo estaba despejado y listo para la famosa explosión. Hay que hacer notar que el “público” de las montañas, también había buscado refugio para que no les “tocara” alguna piedra producto de la voladura (después de recorrer los 500 m desde el sitio de la misma.
Faltando diez segundos, se inició la cuenta regresiva del número 10 al 1. En el momento que se gritó el número 1, el experto en explosivos accionó el botón del detonador y… Lo que siguió fue una mezcla de furor, desilusión, frustración, alegría, tristeza y un abucheo de nuestro público que no se lo deseo ni al peor artista, como ya lo comenté anteriormente… Nunca supimos realmente lo que pasó, pero de los explosivos colocados con tanto cuidado, solamente explotaron un 10 ó 15 % como máximo.
Se había pronosticado una explosión enorme, ruidosa, incluso se nos había recomendado que nos cubriéramos los oídos con las manos para amortiguar el gran estruendo esperado, sin embargo, lo que oímos fue una explosión que si se hubiera realizado en un día como el de San Juan en que se prenden fuegos pirotécnicos al por mayor, hubiera pasado desapercibida. Así de débil fue, en contraste, nuestro público lanzó una rechifla que aún bajo la circunstancia en la que nos encontrábamos, nos dio pena en haberlos “defraudado” con el esperado espectáculo. Sólo les faltó haber exigido la devolución de las “entradas” (aunque no se hubiera pagado un solo centavo)
Después de superada la primera reacción de estupor, por el fracaso de la explosión, el experto nos dio indicaciones que no nos acercáramos mientras él determinaba que ya no hubiera peligro de que el resto del explosivo pudiera detonar, así que la siguiente hora fue de analizar barreno por barreno.
Alrededor del mediodía, ya se había concluido la revisión obligada e informado a los “altos mandos” de la subsecretaría del “fracaso” de la voladura. La instrucción resultante fue que se preparara el resto de los explosivos para hacer un segundo intento ese mismo día.
El experto en explosivos tomó la decisión de eliminar los retardadores de los explosivos que lo tenían, para evitar que hubiera interferencia en los circuitos y que todas las cargas explotaran al mismo tiempo. Debido al número de cargas preparadas, la eliminación de los retardadores representaba un tiempo considerable estimado en algunas horas, de manera que se anunció que en el mejor de los casos, al caer la tarde se podría hacer un nuevo intento de explosión.
El “público” que siempre había estado atento a todo lo que se comentaba, decidió tomar un “intermedio” e ir a hacer sus quehaceres del día y regresar por la tarde.
Efectivamente, alrededor de las 5 de la tarde se anunció que todo se encontraba aparentemente listo para el nuevo intento (el público por supuesto ya estaba listo en sus lugares de resguardo), por lo que se dio la instrucción de tomar los lugares seguros porque en 10 minutos se haría la detonación.
Como en la ocasión anterior, faltando un minuto se inició la cuenta regresiva, tiempo en el que se verificó principalmente que todo estuviera a buen resguardo. A la cuenta de 10, la tensión fue aumentando, pues en realidad no se sabía qué esperar dado el fracaso de la detonación primera.
Al momento de concluir la cuenta regresiva, el experto en explosivos accionó el detonador y entonces se oyó un gran estruendo, al tiempo que se sintió una gran vibración del cuerpo de la cortina y se vio una gran cantidad de concreto del vertedor que salió arrojada de su sitio y lanzada a gran altura. El espectáculo fue fascinante, de manera que todos permanecimos en los lugares de resguardo embelesados y aguardando que los residuos de la explosión ya no representaran peligro alguno. Sin embargo nos sacó del embeleso una gran ovación que venía de las laderas de los cerros en que los “espectadores” voluntarios se levantaron aplaudiendo y vitoreando el éxito de la mencionada explosión.
Tercera Parte: ¡Habla el del Fax!
Durante todo el tiempo que duró la emergencia, recibimos la instrucción de que todo el tiempo hubiera en la oficina regional personal de guardia de primer nivel que recibiera información del sitio de la presa y la retransmitiera vía fax a las oficinas centrales y principalmente a la oficina del Subsecretario.
De esta manera, los mandos de segundo nivel de la regional recibimos la orden de turnarnos de día y de noche para que por lo menos cada tres horas se pasara el reporte escrito y que en caso de alguna duda o instrucción adicional, poder contestar llamadas de dichas oficinas.
En alguna ocasión, por alguna razón, la noche de un sábado coincidimos dos personas en la guardia, pues se nos informó que el subsecretario llamaría toda la noche para enterarse del estado de la presa.
Nos turnamos en atender las llamadas pactadas y alrededor de las seis de la mañana, minutos después de hacer la última llamada y mandar el reporte escrito de la situación prevaleciente, que no representaba ningún peligro, decidimos ir a nuestras respectivas casas a tomar un baño y un desayuno caliente, para volver tres horas más tarde. Como siempre, se quedó de guardia el vigilante de turno que era la persona que sabía manejar el aparato de fax.
Desgraciadamente, como siempre pasa, en cuanto nos salimos de la oficina, pasados unos pocos minutos, sonó el teléfono de la oficina desarrollándose una llamada que palabras más, palabras menos, reproduzco a continuación:
Llamada: Buenos días!
Vigilante: Buenos días!
Llamada: Comuníqueme con el Ing. Flores.
Vigilante: No se encuentra
Llamada: Bueno, con el Ing. Magallanes.
Vigilante: No se encuentra.
Llamada: (Algo desesperada) Pero si acabo de hablar con ellos hace unos minutos.
Vigilante: Sí, efectivamente aquí estaban, pero se fueron a almorzar y a bañar.
Llamada: (Un poco enojado) Bueno, comuníqueme con el Coordinador Regional.
Vigilante: No ha venido el día de Hoy.
Llamada: (Muy enojado) ¿Qué no hay alguna persona con la que pueda hablar?
Vigilante: (Un poco nervioso) Sí, conmigo, pero quién es Usted?
Llamada: (Extremadamente enojado) Habla el Subsecretario, quién habla allá?
Vigilante: (Muy nervioso) Habla el del Fax! (cuelga)
Después de esta llamada, de la cual me enteré posteriormente, recibí una llamada de mi jefe, el Coordinador Regional, dándome instrucciones de regresar inmediatamente a la oficina para reportar la llamada del Subsecretario, ya que le había llamado a su casa sumamente enojado porque no había “ninguna persona” responsable de proporcionar información.

Reconocimiento presa Santiago, Zacatecas

Estimada familia y amigos: Todos ustedes conocen nuestra vida, la de mi Mamacita, Paulita y mía. En todos estos años, hemos vivido muchas experiencias, aventuras les llamamos nosotros, en las cuales en ocasiones ha estado de por medio nuestra vida, pero en la mayoría todo ha pasado a ser una cómica historia.
Últimamente me ha dado por recordar muchos de esos episodios y me gustaría que ustedes las conocieran, pues tal vez ustedes sean parte de esas anécdotas y se diviertan tanto como nosotros recordándolas.
Para no cansarlos, iré presentándolas poco a poco. Espero que las disfruten tanto como yo y que si ustedes se acuerdan de alguna, me lo recuerden para escribirlas y presentarlas a todos.
Esta será la primera de las historias de mi vida. 
 

Corría el año de 1985, en ese tiempo laboraba en la llamada Subdirección Regional Norte de la Dirección General de Obras Hidráulicas e Ingeniería Agrícola para el Desarrollo Rural, nombre más largo que efectivo y que en palabras llanas era lo que antes se conocía como Pequeña Irrigación, es decir un área dentro de la Secretaría de Agricultura y Recursos Hidráulicos que hacía aquellas obras que por “chiquitas” no tenían el honor que las hicieran los Ingenieros de Verdad (los de Grande Irrigación), pero que en conjunto resultaban tan grandes como todas las obras de aquellos.


Pues bien, la Subdirección Regional Norte tenía como circunscripción territorial los estados de Coahuila, Durango y Chihuahua, para “atender” proyectos de riego, bien fuera de reconocimiento de posibles lugares para construir una presa, una zona de riego o para perforar algún pozo con fines de riego, aunque de vez en cuando, cualquiera de los “jefes” pudiera darnos alguna encomienda que rebasara nuestras obligaciones originales.

Este fue el caso que nos ocupa. Pues aunque no era nuestra circunscripción, se nos encomendó realizar una visita de inspección a una presa vieja denominada Santiago, que se encontraba en el estado de Zacatecas, lugar un poco fuera de nuestra zona de trabajo habitual.

El Subdirector Regional, citó al Residente General de Estudios y Proyectos (mi jefe) y a mí, por aquel entonces Gerente de Estudios, a que lo acompañáramos a esta visita, con el fin de tener una opinión más amplia sobre el citado proyecto, para lo cual solicitó el apoyo de la Representación de la SARH en La Laguna para que nos facilitaran una avioneta para trasladarnos por aire más fácilmente al sitio. También habló con el Presidente Municipal de Miguel Auza, Zacatecas, para definir el día y lugar de la cita, quedando éste al día siguiente en el “aeropuerto” de Miguel Auza. Miguel Auza se encuentra en la ruta Torreón-Zacatecas, que ya había recorrido una infinidad de veces en mis continuos viajes a la ciudad de México, razón por la cual mi perplejidad fue mayúscula, pues en realidad yo no recordaba ningún aeropuerto o nada por el estilo en la zona de Miguel Auza, sin embargo, al comentar con mi jefe, me comentó que si el Presidente Municipal lo había dicho, quería decir que existía algo similar.

Al siguiente día, muy temprano despegamos del aeropuerto de Torreón, con rumbo al de Miguel Auza, aunque el Piloto también comentó que él personalmente nunca había bajado en dicho aeropuerto, pero que lo había oído nombrar.



Tras aproximadamente una hora y cuarto, llegamos a la zona y el piloto solicitó nuestra colaboración para identificar el sitio donde se encontraba “el aeropuerto” de la zona. Dimos vueltas en círculos cada vez más grandes por aproximadamente 15 minutos sin encontrar el famoso “aeropuerto” y ya estábamos a punto de darnos por vencidos y regresar a Torreón, cuando el piloto vio a una persona haciendo señas en la cabecera de lo que parecía una pista de carreras parejeras y allá se dirigió.

Cuando nos acercamos, se veía una brecha muy corta y en no muy buen estado, donde la persona continuaba haciendo señas. Supusimos que era personal de la presidencia municipal que venía a esperarnos. Después de un rápido reconocimiento, el piloto avisó que intentaríamos aterrizar, pero que iba a ser un aterrizaje muy forzado, pues la pista era muy corta y no sabía qué tan firme.

Se enfiló para el aterrizaje y cuando estábamos por llegar a la cabecera de la “pista”, tuvimos que levantarnos ligeramente ya que había una cerca de alambre de púas que a esta distancia se veía enorme, después de lo cual el piloto prácticamente desplomó el avión, para aplicar los frenos a todo lo que daban y detenernos a solo unos metros del final de la pista.
Mientras dábamos la vuelta para encontrarnos con la persona de las señas, el piloto le comentó a nuestro jefe que era prácticamente imposible despegar de esa misma pista, por lo corto de la misma, pero que ya había visto desde el aire que la carretera federal pasaba a unos 50 metros de la pista y que mientras que nosotros hacíamos nuestra tarea, él acercaría el avión a ella para despegar desde ésta con “más seguridad”.

Efectivamente, la persona que nos esperaba era precisamente el Presidente Municipal de Miguel Auza, solo, sin mayor compañía que una camioneta Pick Up no precisamente del año (qué tiempos aquellos), donde nos tuvimos que apretar un poco para caber tres en la cabina y por supuesto yo (el de menor jerarquía) en la caja. Fuimos a la presa donde se hizo el reconocimiento y tener una opinión sobre el estado de la misma y sus posibilidades de rehabilitación, que por cierto estaba en tan mal estado que la recomendación fue construir otra presa y no tratar de rehabilitar la existente.

Después de la visita que duró un par de horas, el Presidente Municipal nos invitó a comer en una fonda del pueblo y regresamos al sitio donde nos esperaba el avión, ya en un costado de la carretera.

El piloto explicó al Presidente Municipal la manera como despegaríamos y le solicitó que se adelantara después de una pequeña loma que impedía que viéramos más allá de unos 50 m, para que colocando la camioneta transversal al tráfico, impidiera que algún vehículo transitara por la carretera mientras realizábamos nuestra maniobra de despegue.

Después de unos momentos en los que supusimos que ya no vendría ningún vehículo, el piloto se encaminó al lado contrario, por otros 50 m, hasta donde un señalamiento de no rebasar impidió que camináramos más. En ese punto giró 180° el avión y aceleró para el despegue.

Habíamos caminado unos 100 m cuando mucho cuando llegamos a lo alto de la “lomita”, cuando vemos no más allá de unos 50 ó 70 m más adelante, la camioneta del Presidente Municipal y una cola de unos 5 vehículos encabezada por el autobús de pasajeros más grande que yo había visto en mi vida. Todos sabíamos que no había espacio suficiente para realizar un despegue normal y mucho menos para detenernos, así es que rápido de reflejos, el piloto levantó el aparato del suelo apenas lo suficiente para salir de la carretera hacia un lado para “librar” la altura del camión de pasajeros, pero una vez librado éste, enfrente de nosotros vimos unos cables de alta tensión que atravesaban transversalmente la carretera, por lo que el piloto regresó nuevamente a la carretera, se volvió a posar sobre ella exactamente bajo los cables eléctricos, después de lo cual, volvió a levantarse y entonces suavemente, ir ganando altura como si nada hubiera pasado. No quiero ni acordarme que para entonces los tres pasajeros estábamos lívidos.

Ya de camino de regreso, yo que iba en el asiento del copiloto le pregunté al piloto si todo eso estaba planeado. Su respuesta no fue todo lo tranquilizante que yo hubiera querido, pues comentó que si no fuera por lo cerca que se colocó el Presidente Municipal y lo alto del camión de pasajeros, habría sido un despegue “normal”.

Comparado con esto, el vuelo de regreso al aeropuerto de Torreón fue un viaje de placer.


 Su amigo: Jesús Magallanes Patiño.