También nos permitió adquirir experiencia en
optimizar tiempos de traslado, pues en ocasiones requeríamos salir muy temprano
de la Cd. de Querétaro para asistir a una reunión por la mañana en otra ciudad,
después asistir a una comida de negocios en una segunda ciudad y por la tarde o
noche, tener otra reunión en una tercera ciudad, para llegar a pernoctar a
nuestra casa en la Cd. De Querétaro por la madrugada del otro día.
Por supuesto, este último aspecto nos
permitió también conocer las mejores opciones de un viaje en avión, pues en
ocasiones uno piensa que un viaje en avión puede ser mucho más rápido que el
mismo viaje por tierra, pero en realidad cuando se pone uno a hacer cuentas del
tiempo de traslado al aeropuerto, espera, viaje, llegada, traslado al sitio de
la reunión, etc., resulta que si se hubiera uno trasladado por tierra hubiera
hecho exactamente el mismo tiempo, o un poco menos, amén de la disponibilidad
del vehículo.
Además, en la Coordinación, por gestiones de
nuestro jefe, teníamos a disposición de la oficina un pequeño avión Cessna 310,
que se podía manejar al gusto de nosotros, siempre que no lo ocupara nuestro
Coordinador. Esto último era lo más frecuente.
Solo como ejemplo, les contaré rápidamente
una anécdota que me sucedió el primer día de mi llegada a la Coordinación.
Llegué ese día a mi nuevo centro de trabajo,
habiendo llegado el día anterior de mi natal Torreón, a hospedarme en uno de
los hoteles de la ciudad, por lo menos hasta que llegara mi esposa y escogiera
una casa a donde llevar los muebles.
Como no conocía ni el lugar de trabajo, ni
mucho menos mi nueva oficina ni el personal a mi cargo, llegué directo a la
oficina de mi nuevo Jefe quien en ese momento estaba gestionando una reunión en
la Ciudad de Puebla, para definir el futuro de esa oficina, que originalmente
formaba parte de la Oficina Regional de Querétaro. Ese día había llegado
también, en circunstancias parecidas a la mía, otro compañero de Torreón.
Estábamos esperando que terminara de hablar
por teléfono mi jefe, cuando él se dirigió a nosotros dos y nos lanzó
directamente: ”Acompáñenme a Puebla a una reunión y regresamos, al cabo que
vamos en el avión” Por supuesto que en las circunstancias en las que nos
encontrábamos, para nosotros daba igual estar en Puebla que en Querétaro.
Sin mayores preparativos, unos 20 minutos
después llegamos al aeropuerto para ir a Puebla, donde ya nos estaban esperando
para llevarnos a la oficina. Tuvimos nuestra reunión y siendo ya un poco
tardecito, nos dirigimos al aeropuerto de Tulancingo, para regresar a
Querétaro. En el aeropuerto nos dijo el piloto que ya no nos iban a autorizar
aterrizar en Querétaro, ya que cuando llegáramos allá, seguramente ya no habría
luz de día.
Así, pues, nuestro jefe tomó la decisión que
nos iríamos por tierra, sin embargo al pasar la camioneta por México, le
hablaron a mi jefe y le dijeron que tenía que estar en Guadalajara al día
siguiente.
Para no hacer el relato más largo y aburrido,
solo les diré que el viaje de “ida y vuelta” que comenzó el miércoles en
Querétaro, terminó el viernes en Guadalajara, donde tuve que comprar ropa de
repuesto para poderme cambiar.
Ese era
nuestro ritmo de trabajo durante todo el tiempo que estuve en la dichosa
Coordinación.
En una
ocasión, sin embargo, tuve que asistir a una reunión en la ciudad de Colima,
así que mi jefe me dio oportunidad de usar el avión de la Coordinación. Salimos
por la mañana de la Ciudad de Querétaro, debido a que aún no se construía el aeropuerto de la ciudad de
Colima, aterrizamos en el de Manzanillo, de manera que a las 10 de la mañana
estábamos en Colima para nuestra reunión y por la tarde, a la hora que fijó el
capitán, regresábamos a Querétaro, con tiempo suficiente para poder aterrizar
sin problemas.
Ese día,
como cualquier día de trabajo, tuvimos nuestra reunión, dado que de cualquier
manera deberíamos regresar al Puerto de Manzanillo para tomar el avión,
decidimos comer mejor en ese lugar y ganar un poco de tiempo. Cuando llegamos
al Aeropuerto, ya estaba el piloto y el avión listo, de manera que solo tuve
que abordar el avión y despegamos, con la autorización de la Torre de Control.
Una
costumbre que adquirí desde que viajaba en avión oficial, cuando el piloto
estaba ocupado o en comunicación con la Torre de control, me entretenía
observando las características del terreno y constantemente, tratando de
definir algún lugar donde poder efectuar un aterrizaje de emergencia, en caso
necesario. Esta costumbre se vuelve una obsesión, aunque inconsciente, cuando
se vuela frecuentemente.
Habían
transcurrido unos 15 ó 20 minutos desde que despegamos del aeropuerto de
Manzanillo, cuando teníamos a la vista el Lago de Chapala, imponente en toda su
magnitud, pues a la vez que alcanzábamos a ver todo el lago, alcanzábamos a
distinguir detalles en sus alrededores.
Cuando nos
encontrábamos volando exactamente encima del lago, es decir, teníamos por
debajo del avión, solo agua, repentinamente sentimos una brusca pérdida de
sustentación y el avión se inclinó hacia el lado izquierdo, signo inequívoco de
que el motor del lado izquierdo había perdido potencia.
Yo no dije
nada, pues pensé que el piloto necesitaba concentrarse en su trabajo, sin
embargo, pensaba en qué pasaría si teníamos que aterrizar en esas condiciones.
Con la
velocidad que dan los años de entrenamiento y la juventud, el piloto
inmediatamente “perfiló” la hélice del lado izquierdo, es decir, la puso en una
posición en la que oponía menos resistencia al aire y tomó el micrófono para
comunicar a la Torre de Control de Guadalajara que uno de nuestros motores se
había detenido.
Recuerdo
perfectamente que la torre de control, con la mayor serenidad del mundo, pero
con hablar rápido, claro y hasta autoritario, le indicó al piloto que le iba a
despejar el “camino” al aeropuerto de Guadalajara, que por cierto se encontraba
relativamente cerca, para que nos dirigiéramos
hacia allá, sin problemas.
El avión
se inclinó aún más, para dirigirse al aeropuerto de Guadalajara y vi que el
piloto no dejaba de buscar de qué manera recobrábamos el motor apagado,
principalmente tratando de “bombear” el combustible. Habrían transcurrido unos 5
minutos desde que el motor se había detenido, cuando las maniobras del piloto
dieron resultado y el motor funcionó nuevamente, sin embargo el piloto me
informó que por protocolo, una vez que avisa una aeronave que tiene
dificultades, debe aterrizar, aunque esté nuevamente en condiciones de volar.
Así que
nos acercamos al aeropuerto de Guadalajara y en los pocos minutos que nos
separaban de él, efectivamente no había ninguna aeronave además de nosotros.
Sin embargo, observé que el avión llegó a la cabecera de la pista a unos 15 o
20 metros de altura, cuando normalmente en ese punto ya están tocando tierra,
pero descendió rápidamente sin mayor problema, con la potencia de los motores
en niveles normales.
Debo decir
que una de las cosas que más me impresionó es que una vez que ya habíamos aterrizado e íbamos carreteando rumbo a la zona de hangares, por alguna razón voltée hacia atrás del avión y me di cuenta que atrás de nosotros venían los cuerpos de emergencia por si aún se requirieran sus servicios. Debo reconocer que en ese momento caí en la cuenta de lo que podría haber pasado... No quiero ni pensarlo....
Ya en
tierra, el piloto estaba por rendir su informe, cuando me comentó que había
notado que yo no había hecho aspavientos ni había perdido el control, que me
felicitaba, le contesté una cosa que en realidad no la había pensado, pero que
en ese momento reflexioné, que ya tenía él (el piloto) suficientes problemas
con la situación, como para preocuparse por un pasajero histérico, además de
que todo el tiempo yo estaba atento a ver en dónde caíamos y la manera de salir
mejor librado.
Entonces
yo le pregunté al piloto que porqué había llegado tan alto a la pista, a lo que
él contestó que el paro de motor que nos había pasado en el aire podría
repetirse en el aterrizaje y si eso pasara y llegáramos a la altura de
costumbre, significaría un accidente seguro, de manera que prefirió llegar más
alto que lo normal.
Mientras
presentaba el reporte, aproveché para pedir a la oficina local que me
proporcionara un vehículo que me trasladara a la Ciudad De Querétaro, por
tierra.
Cuando el
piloto terminó de presentar su informe de lo acontecido, salió de la capitanía
y me preguntó que si volábamos a Querétaro, al fin y al cabo aún llegaríamos a
buena hora. Lo que le contesté no está permitido escribirlo en un relato como
éste, así que mejor imagínenselo!!!.